
Cuando los padres acuden a consulta por sus hijos, la situación probablemente ya les ha desbordado. La comunicación de los hijos adolescentes es nula y se les presenta un escenario bastante desesperado.
Esos hijos, su hijo, por el que han dado todos sus esfuerzos, toda su vida y han hecho todo, TODO lo imposible porque no le faltase de nada ése hijo, lleva tiempo que no está bien.
¿Dónde se encuentra el problema? ¿Por qué se disparan las consultas últimamente? La comunicación de los hijos ¿a dónde se ha ido? Los profesores se alarman, los profesionales cada día atendemos a más jóvenes adolescentes con el mismo denominador común y las familias se desconciertan y se quejan.
Los adolescentes, se muestran irritantes, desafiantes, defensivos, negativos y con aire agresivo al tiempo que muestran una baja tolerancia a la frustración. Esta es la comunicación de los hijos con sus más allegados….Los profesionales de la educación: maestros, profesores y pedagogos que ejercen en las aulas, no saben cómo educarlos…al final los trastornos de conducta hacen presencia, se disparan como una flecha en dirección a las terapias. Uno de cada cinco jóvenes, tendrá algún trastorno de salud mental o desorden de conducta, disociales, hiperactividad o trastorno de conducta desafiante a lo largo de su etapa preadolescente o adolescente.
El mal comportamiento puede ser un síntoma de un problema en casa, con los amigos… y la comunicación de los hijos se expresa a modo de desafío y desautorización. Tengamos en cuenta que esa conducta puede ser un gran factor de riesgo.
Los terapeutas abordamos estas situaciones de la manera más adecuada teniendo en cuenta todo el escenario que se nos presenta: la situación familiar, si los padres trabajan, la situación social por la crisis, las notas en los estudios, el comportamiento con otros compañeros de clase, el trato con el profesorado, con hermanos…etc.
Muchos padres necesitáis tener respuesta. ¿Cuándo comienza el comportamiento de mi hijo/a a ser un “factor de riesgo”? ¿En qué momento debemos preocuparnos? La desobediencia en los adolescentes acompañada de rebeldía, es normal, por la etapa en la que se encuentran, pero esto no les justifica. Los trastornos de conducta son persistentes en quienes los padecen porque infringen las normas sociales y los derechos de los demás.
La sociedad actual, no ayuda a formar un buen diagnóstico porque el individualismo, la poca tolerancia al malestar y la necesidad de tener una recompensa inmediata contribuye al incremento de niños emocionalmente frágiles, irritables, desafiantes y con propensión a la agresividad si no obtienen lo que quieren y esto nos conduce, necesariamente a un diagnóstico médico.
Según los estudios, el 96% de los pediatras han detectado un aumento de los comportamientos negativos en los preadolescentes y adolescentes en los últimos cinco años. Ellos son los primeros en diagnosticar trastornos a pesar de que los síntomas se muestren en casa o en el centro de estudios. Normalmente en estos dos ambientes, se silencian las alarmas.
Un retraso en el diagnóstico puede derivar en la dificultad de distinguir entre un comportamiento meramente adolescente, de otro ciertamente más preocupante que necesita la intervención de profesionales.
Los padres y los profesores se miran con desconfianza como si ellos fuesen parte del problema, pero también lo son necesariamente de la solución. Es importante que los padres manejen información suficiente y que a los maestros se les ofrezca una formación adecuada para la detección eficaz y precoz.
Familias desbordadas, la autoridad perdida, horarios laborales que no permiten dedicarles tiempo a la escucha activa de los hijos. Realmente los padres no pueden afirmar que sepan los problemas que tienen sus hijos y esto les impide ejercer un correcto control y ponerles límites. Qué, por otro lado, lo están pidiendo con solo analizar su conducta.
El niño, el joven, el adolescente, pasa por situaciones que él entiende que le impiden satisfacer sus necesidades, sin entender bien cuáles son en realidad y se bloquean. La comunicación de los hijos es fundamental para su bienestar. Necesitan entender qué les sucede porque de otro modo, se instala el aislamiento y la sensación de incomprensión y aparece el dolor, rabia e ira. No creen adecuado hablarlo en casa y no establecen un buen contacto con sus profesores…. Sin embargo reaccionan bien cuando se les tiene en cuenta, cuando los padres juegan con ellos o comparten actividades como ver una película juntos o ir a patinar. Compartir se vuelve extraño y eso nos preocupa desde el punto de vista pedagógico. Compartir actividades, ahí está la fórmula de la buena comunicación de los hijos y de los padres con ellos, porque así aumenta el conocimiento mutuo y se descubren herramientas que se tienen y que ayudan a adaptarse y enfrentarse a situaciones nuevas. Cubren un espacio donde se les permite ser ellos mismos desde el respeto y con una buena comunicación.
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