
La asertividad podemos definirla como un modelo de relación interpersonal que consiste en conocer los propios derechos y defenderlos, respetando a los demás.
Cuando no actuamos por impulsos, sino de forma reflexiva, cuando sopesamos las opciones posibles antes de tomar una decisión y la decisión tomada procura ser justa, entonces somos personas asertivas.
La asertividad dentro del pensamiento es básico para los hijos y debemos entrenarlo desde pequeños.
Si permitimos que las emociones y los impulsos se adueñen de los hijos no estaremos educando en la asertividad.
Nuestro cerebro origina las emociones en la zona límbica. Experimentos realizados a este respecto concluyen que nuestras decisiones son previsibles en un 60% y que esta zona, la límbica, es la primera en iluminarse y posteriormente los impulsos se desplazan hacía la precorteza cerebral.
En experimentos realizados sobre la toma de decisiones donde se medía el orden e intensidad de la actividad cerebral y se sometían los resultados a un estudio estadístico por ordenador, se obtuvieron datos muy reveladores: en más del 50% de los casos la decisión mantuvo el impulso emocional inmediato. También revela que en un 40% de los casos, la racionalización efectuada en la precorteza modificó la decisión previa.
Las emociones están a flor de piel en la adolescencia, es un período de desarrollo, de códigos de conducta social donde los miedos forman una parte importante. Por eso es importante la asertividad.
En la práctica terapéutica suele salir el miedo. Es una de las emociones más potentes y bloqueantes para el ser humano, genera una descarga hormonal en nuestro torrente sanguíneo , la adrenalina, que nos pone alerta o nos hace huir. Esta misma acción nos bloquea la precorteza cerebral y no es el momento de pensar.
La manera en como reaccionemos dependerá de nuestra educación, de la asertividad adiestrada o innata para poder decidir en esa situación concreta. Las malas experiencias, lamentablemente suelen condicionar e inconscientemente tendemos a rehuir todo aquello que nos llegue a modo de recuerdo de situaciones similares, que nos recuerden aquel fracaso, aquella situación donde no fuimos capaces o donde directamente nos invadió una situación que hubiéramos querido evitar. Pero también ocurre, cuando dejamos que la zona límbica domine nuestra conducta, que haya niños/as incapaces de controlar sus emociones provocando conductas disruptivas en clase, en casa con los padres, como estamos viendo últimamente, niños que agreden y humillan con actitud negativista desafiante. Esto es un reflejo de falta de práctica asertiva. No se trata de renunciar a hacer lo que uno busca, sino de perseguir tus metas analizando bien las opciones para lograrlo con el menor desgaste emocional siendo justo.
La persona que cuenta con la capacidad de aserción consigue sus objetivos, se respetan a ellos mismos y a quienes les rodean , actúan en el momento adecuado con sinceridad y franqueza.
Hay autores que relacionan la asertividad con la autoestima. Las personas que no se consideran valiosas, habitualmente optan por no defender sus derechos de forma activa, lo que deteriora su autoestima cuando sus derechos no son respetados.
El éxito se encuentra en adiestrar la asertividad a través de la reflexión, del refuerzo positivo de la conducta. No se trata de criticar o decirles cómo deberían reaccionar, sino de hacerles reflexionar sobre cuáles son las opciones posibles con el menor coste emocional, respetando las normas y siendo justo.
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