
Manuel (nombre ficticio) comenzó a tener bajo rendimiento escolar. Según iba siendo más bajo, más aumentaba la agresividad con su madre.
Pilar, su madre, separada y con este único hijo, recibía llamadas del Colegio, del orientador, del psicólogo, de la Dirección. Se estaba convirtiendo en un alumno muy molesto, había que expulsarle algunos días… esta madre, cambiaba su manera de vestir para tapar los cardenales que le hacían los golpes de su hijo.
El deterioro familiar iba en aumento. Padecía en soledad los abusos y golpes de su hijo. Se veía atrapada en esta situación devastadora de impotencia y sufrimiento asumido. «Es mi hijo, lo que más quiero y no quiero denunciar la situación en la que me tiene, mi hijo es bueno»
Esta madre ocultó la situación hasta que fue evidente: tuvo que pedir disculpas a algunos padres de alumnos por el comportamiento de Manuel con ellos, en el barrio se comentaban cosas, fue expulsado del equipo de futbol, los vecinos eran testigos mudos de chillidos mutuos y golpes secos... Se planteó acudir a todo tipo de centros profesionales sin encontrar en aquel momento ayuda especializada.
El niño estuvo una semana ingresado en un centro, al que regresaría más adelante… acumuló rabia contra su madre e intentó hacerse con la simpatía de los profesionales del centro. Para entonces prácticamente no aparecía por clase, fumaba porros y aparecía por casa cuando le venía en gana, las normas no iban con él, no las asumía. Su vida era un abismo donde se relacionaba con personas mayores que él, cometió algún delito, también fuera de casa.
Intentó autolesionarse, se subía a la barandilla de un octavo piso diciendo que se tiraría mientras su madre, llorando le suplicaba «ven aquí hijo». Con 17 años era un experto maltratador, sabía cómo y dónde pegar a su madre y la forma de dirigirse a ella era a base de descalificaciones, palabras obscenas y calificativos humillantes.
No quería denunciarle, ni renunciar a su tutela, su padre no quería saber de él…, cada vez que había un episodio de violencia, ella se metía en la cama y no salía de ahí. Le exigía dinero, que le comprase ropa de marca y que le diera un beso por ser buen hijo…. Pilar ya había interiorizado todo ese daño. Díez años así….«esperaré a que sea mayor y le encierren», decía. Había una total falta de límites a pesar de que su madre se enfrentaba a él, y era firme en sus normas y castigos pero el comportamiento de Manuel era reiterativo, cuanto más orden le pedía más destrozaba la casa y más amenazaba y maltrataba a su madre.
Después de diez años Pilar acudió a un organismo que supo encontrar la solución al ingreso de su hijo, pero el trabajo aún no ha terminado.
Resulta inquietante el incremento del número de actos violentos ejercidos por los hijos a sus padres.
El maltrato familiar se ha triplicado del 6,9 en 2001 al 16,4 en 2012 según datos del INE en hijos con edades comprendidas entre 14 y los 17 años.
Afecta por igual a núcleos pequeños de población como a las grandes ciudades.
– Estos comportamientos tienen su génesis en deficiencias educativas generales graves, trastornos disociales, abuso dedrogas tóxicas, padecimiento del hijo/a de alguna alteración mental.
– La adolescencia es una etapa crucial: cambios físicos y mentales, rebeldía para reafirmar su personalidad. Fundamental la comunicación para resolver situaciones que les inquieten.
– Se comportan de manera egoísta con los padres y sumisos y amables con el resto. La violencia se limita solo al ámbito familiar.
– Son menores de identidad frágil y carácter impulsivo.
– Sufren conflicto interior.
– Hacen de ellos mismos una carga explosiva que golpea de lleno, generalmente en la figura materna. Los agresores son mayoritariamente hijos varones.
– En general, no han interiorizado límites ni normas claras. No aceptan control.
– Los padres acuden a denunciar cuando están ya casi sin aliento ni fuerza emocional.
Cuando adviertas que no eres capaz de educar como se considera oportuno a tu hijo/a, es el momento de pedir ayuda.
– La prevención es la clave. La violencia se aprende, no es innata.
– No permitas que su violencia escale en la vida familiar.
– Orientar a los padres en el modo de relacionarse con su hijo, de educar y advertir al menor de las consecuencias de su comportamiento.
– No hay que ocultarlo, hay que abordarlo pidiendo ayuda y con intervención terapéutica y educativa adecuada a cada caso particular.
– La implicación de los padres es crucial para la resolución del conflicto por lo que hacer terapia psicológica de orientación y apoyo resulta fundamental.
– Cambiar el entorno, sus amigos y comenzar de nuevo.
– Acude a Asociaciones y/o Centros especializados.
Déjanos un comentario