
En ocasiones la vida nos lleva donde no queríamos haber llegado.
Es el caso de Margarita. Viuda con un hijo mayor divorciado, en casa y con problemas de alcohol.
Ella, se había conformado con la vida que había tenido hasta ahora. Al morir el marido su hijo se volvió más irascible y enalguna ocasión había llegado a la agresión física…«no me ha hecho mucho», decía dentro de la asunción del maltrato.
Quiso plantearnos la situación. Desconocía la relación afectiva dependiente que tenía con su hijo. Sufría maltrato doméstico.
Hemos de aclarar que se le llama así a este término porque es en el ambiente doméstico, el domicilio, donde hay más posibilidades de gestarse pero que puede darse, como sabemos, en otras configuraciones ambientales. No es restrictivo.
Esta violencia es ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo familiar, entendiendo parentesco de consanguinidad o afinidad y dañando la integridad física, su bienestar psicológico, patrimonial, sexual y su libertad de derecho.
Existe tipos de violencia… de género, psicológica, económica, emocional, etc. pesar de los datos públicos hay mucha realidad oculta que representa un silencio incapacitador a la solución de la violencia contra las mujeres.
Nuestra paciente tenía el perfil paralizante del miedo:
– No encontraba salida y estaba segura de que no existía.
– Carecía de recursos.
– Existía un vínculo afectivo fuerte con su agresor, al que defendía de manera inconsciente muchas veces.
– Falta de apoyo.
– Desarrollo del lazo traumático.
– Situación traumática sobrevenida.
– Falta de autoestima.
Estas personas se encuentran sometidas a una parálisis incapacitante para denunciar a su agresor, su hijo en este caso. Muchas veces retrasan la denuncia, otras no llegan a ponerla, en otros muchos casos, la retiran y, si se da la circunstancia de estar puesta, llegan a detener los procesos judiciales ya en marcha, al declarar a favor de su agresor antes de ser condenado. No nos olvidemos de la proporción de casos que no salen del ámbito doméstico ante el bloqueo emocional de la víctima.
El vínculo paradójico entre Margarita y su hijo tiene las claves afectivo-emocionales en un contexto traumático. Dutton y Painter (1981) describieron que en el escenario hay dos factores: el desequilibrio de poder y la intermitencia bueno-malo que genera en la mujer el desarrollo de un lazo traumático que la une al agresor a través de conductas de docilidad.
Es un modelo parecido al síndrome de Estocolmo ó Helsinki donde el comportamiento de la víctima se ha vinculado emocionalmente con su «captor» hasta el punto de preferir mantenerse a su lado y no hacer frente a la situación para dejar de estar sometida. Esta paciente negaba parte del comportamiento de su hijo restándole violencia.
El proceso que experimenta una persona con maltrato consta de 4 fases:
– Desencadenante. Ocurren las primeras situaciones donde se rompe la seguridad en la relación afectiva. Stress, desorientación, cronificación de la situación y depresión.
– Reorientación. La mujer necesita buscar nuevos referentes, intenta ordenar su cabeza para evitar la situación que vive de manera traumática. Se autoinculpa, asume el modelo mental del agresor.
– Afrontamiento. Busca vías de protección, trata de manejar la situación.
– Adaptación. Proyecta parte de culpa al exterior, hacía los demás y consolida de este modo, el modelo mental del maltratador.
Las mujeres afectadas defienden a sus agresores como si la conducta agresiva fuese consecuencia de una sociedad injusta y que por eso ellos no pueden evitar ser violentos.
Que no vaya a más depende de las víctimas. info@zonabienestar.es Contacta: 692 99 44 11
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