
Sevilla es la ciudad de los olores… huele a Azahar, incienso y naranjos por muchas de sus calles, las «moñitas de jazmines blancos» se ofrecen en el barrio de Santa Ana para ensartar en el pelo de las mujeres…
Las sensaciones que percibimos al oler un determinado aroma esta directamente condicionado con nuestras vivencias.Nada como un aroma para recordar.
No existe una base científica que concluya que hay olores que generen sosiego o excitación pero sí las sensaciones y experiencias vividas a través de esos aromas. Además, nuestro sentido del olfato está más desarrollado de lo que pensamos, tanto es así, que somos capaces de detectar ciertos olores sin darnos cuenta y modificar consecuentemente nuestro comportamiento.
En general siempre se le ha concedido menos importancia al olfato porque la pérdida de los otros sentidos altera la capacidad de realizar más tareas y de comunicarse dentro de la sociedad, no así la perdida de olfato.
Martin Lindstrom, especialista estadounidense en el uso de los sentidos en el marketing, considera que un olor es capaz de generar recuerdos en un 80% de los hombres y en el 90% para las mujeres y se ha comprobado que muchas de las reacciones, que creemos conscientes y escogidas por nosotros, en realidad están establecidas por olores que percibimos en un determinado momento y que nos hacen comportarnos de una u otra manera. Es decir, el olfato es fuertemente emocional y podemos decir que actúa al margen de nuestras decisiones.
El estímulo olfativo se divide en dos: una parte que actúa sobre la amígdala, que es la responsable de procesar y almacenar respuestas emocionales, y la otra parte que incide sobre la corteza olfatoria, trasmite y procesa estímulos antes de producir una reacción. Cada persona tiene sus registros y percibe un olor de manera distinta, hay aromas que por estadística generan en la mayoría de las personas, una sensación de bienestar, y eso quiere decir que todos lo hemos almacenado en el mismo lugar: … en el de las cosas buenas de la vida.
Según Lilianne Mujica-Parodi en su controvertido estudio de la Universidad de Stony Brook, considera que somos capaces de «oler el miedo» a través del sudor de una persona. Para ello estableció un grupo de personas que saltaban en paracaídas por primera vez y después se las presentó a personas desconocidas cuyas reacciones cerebrales fueron medidas a través de resonancia magnética funcional. El resultado al oler las muestras de olor fue que se activaban los procesos emocionales, no sucedía así con otras muestras provenientes de los mismos paracaidistas amateur, pero tomadas a partir del ejercicio en una máquina trotadora.
Juan Cacho, profesor emérito de química analítica y director del Laboratorio del aroma y la enología de la Univ.de Zaragoza, considera que la gama de aromas que resultan placenteros es muy amplia y que son capaces de cambiar el estado de ánimode la persona que lo percibe:»se puede pasar de la tristeza a la alegría a través de la inhalación de una molécula con olor». Existen olores mágicos capaces de envolvernos en positivismo y que no resultan difíciles de encontrar, asegura el experto y nos propone los siguientes:
– Hierbas. Menta, Lavanda, Albahaca… tradicionalmente se ponían en bolsitas de tela en los armarios para combatir la humedad. Este aroma mata microbios y por lo tanto el organismo sabe que resultan beneficiosas y agradables porque su aroma es antimicrobiano.
– Frutas veraniegas. Melocotón, fresa, pomelo, cereza… este olor se reproduce en multitud de productos (ambientadores etc.), se asocian a verano, ocio, descanso y recuperación frente al invierno.
– Especias. Vainilla, Canela, Clavo, Pimentón… desprenden olores positivos para el organismo. Desde la antigüedad se han utilizado para conservar alimentos, son antimicrobianas y su olor predomina en el tiempo.
– Cítricos. Lima, Limón, Naranja, Mandarina… son frescos y placenteros, contienen vitamina C y son antioxidantes.
– Infusiones. Manzanilla, Poleo, Café… El aroma del café recién hecho por la mañana espabila a mucha gente, despierta los sentidos sin necesidad de consumirlo. Suficiente con su olor.
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