
Aprendemos por asociación con las consecuencias, si es positivo el resultado, tendemos a repetir la conducta. El desorden es una conducta aprendida.
El orden es un beneficio que supone esfuerzo y consumo de tiempo. Existe una creencia general, tanto en los hogares como en el lugar de trabajo, que el orden nos hace más productivos. En realidad, el orden no debería tener más secreto que el de colocar cada cosa en su sitio.
En una encuesta realizada para la Universidad de Columbia se concluyó que el 59% de los trabajadores tenían un juicio negativo de las personas desordenadas y que en los hogares caóticos se podía llegar a entorpecer el desarrollo normal y las capacidades cognitivas de los bebés en los primeros años de vida.
Pamela Peeke, Doctora de la Universidad de Maryland, considera que la falta de organización y el caos en nuestro espacio físico puede acelerar las hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina. Para ella, el desorden, además de entorpecer la habilidad para conseguir un trabajo mejor, genera sentimientos negativos de impotencia y desesperanza. Lo que considera unenemigo para la salud.
Existe toda una teoría acerca del acumulamiento de cosas y el desorden relacionado con diferentes tipos de miedos y personalidades. Los seres humanos emitimos mensajes de acuerdo con el acomodo de nuestros objetos.
Habitualmente las personas poco perfeccionistas, no necesitan tener un control del entorno y salvo excepciones, tienen a ser más desordenadas.
Por ejemplo, el Síndrome de Diógenes o el Trastorno por acumulamiento, que son patologías graves del trastorno obsesivo compulsivo (TOC), caracterizado por la acumulación de objetos inservibles y siendo personas incapaces de desprenderse de esos objetos. Con esto no queremos decir que porque una persona sea desordenada tiene una personalidad concreta, en la mayoría de ocasiones solo se trata de un mal hábito.
Podemos decir que existen grados de desorden. En muchas ocasiones hay personas que son desordenadas en un contexto y quizá no en otro y también hay personas cuya mesa es un completo desorden pero son capaces de encontrar cualquier cosa.
Cambiar una conducta parece fácil inicialmente, pero cuando un hábito está instaurado resulta muy complicado cambiarlo. Se necesita mucha voluntad de querer, tiempo y esfuerzo y no todo el mundo está dispuesto.
Una ayuda para lograrlo es:
– Márcate pequeñas metas con objetivos sencillos y concretos.
– Establece un orden de importancia.
– Se perseverante, lo más importante es no desistir.
– Prémiate cuando hayas alcanzado una micrometa y sube el nivel de exigencia.
– Revisa tus objetivos regularmente y adapta los nuevos.
– Si es un objetivo demasiado grande, establece submetas que te ayuden al cambio y así aumentará tu motivación.
El libro de El Secreto considera que al Universo le encantan los gestos simbólicos y que el desorden tiene también su simbología para el que lo ejercita y altera su camino bloqueándolo para obtener metas.
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