
Jorge tiene 15 años y poco interés por los estudios.
Le atraen las artes marciales y demostrar a sus amigos lo bien que lo hace.
A pesar de ir a un buen colegio, no es buen estudiante. Sus profesores han tenido alguna charla con los padres debido a sus contestaciones subidas de tono y a su falta de buena conducta.
Hace días protagonizó algo que va más allá de una simple gamberrada: se dedicó a dar golpes y patadas a un cristal de un comercio, acompañado por sus amigos, que fumaban mientras se reían de lo que hacía. El dueño salió a reprenderles y los chavales salieron corriendo.
Las cámaras de seguridad no tardarían en registrarle 24 horas después, en el mismo local comercial, aprovechando que era festivo y haciendo alarde de sus patadas de karate hasta que logró romper el cristal, sintiéndose orgulloso y «luciéndose» ante sus acompañantes.
La responsabilidad recae sobre sus progenitores. Educar en valores no es algo nuevo.
A lo largo de la vida los niños razonan, piensan…la infancia representa los cimientos de su educación, donde se siembran los valores, las competencias sociales, la empatía…, la solidaridad, lo emocional, el compañerismo… de no hacerse en esta etapa es muy difícil que se dé después de manera espontánea. La parte emocional es fundamental y no siempre se sabe valorar.
Los niños aprenden de los adultos y de lo que ven que hacen sus padres. El mayor error de los padres en la educación de sus hijos es no cumplir con los castigos o, decir algo y hacer lo contrario…les estaremos mostrando fragilidad y ellos lo interiorizarán y la acción educativa pierde toda su coherencia.
Para exigirles hay que darles ejemplos prácticos. Si nosotros mismos nos desautorizamos por falta de coherencia o consistencia de criterio, estamos abriendo la puerta a otros agentes educativos que no siempre buscan lo mejor para ellos.La comunicación con ellos se fundamenta en otro valor: la empatía
El centro de estudio, la escuela, el instituto… comparten un peso enorme con la familia en lo que se refiere a competencias: unos intelectuales y técnicas y otra, la formación en valores y competencias emocionales. En esta coeducación alcanzarán el desarrollo definitivo de sus competencias.
Marcar límites les ayuda. No está reñido con la libertad y debemos encontrar el equilibrio.
Solo desde una postura pedagógica optimista podremos educar a niños capaces, autónomos, responsables y convertirlos en futuros ciudadanos libres, el problema es que la educación no es visible a corto plazo, el trabajo es continuo y se puede progresar sin renunciar a trasmitir el conocimiento de los valores. Ejercitémoslo.
Déjanos un comentario