
Existe la costumbre, al final de cada año, de hacer una promesa para el año nuevo: ser feliz, es un deseo que muchos anhelan, dejar un mal hábito, ir al gimnasio…. Pero ser feliz es algo que se repite mucho pero ¿cómo ser feliz? Muchos filósofos, a lo largo de la historia han dado respuesta a incógnitas necesarias de resolver para el ser humano, aún hoy la filosofía sigue en auge… por algo será…
Aristóteles fue uno de los más influyentes de la época, considerado uno de los primeros empiristas pese a que siempre sometía el conocimiento sensible a la razón. Somos alma, cuerpo y razón y la virtud está en no eliminar los deseos sino en encauzarlos para ser feliz.
La Eudaimonia significa florecimiento humano; lo que hoy definimos por bienestar o felicidad, el bienestar perseguido por el ser humano.
Todos tenemos un concepto de lo que es ser feliz, pero ¿cómo alcanzarla? Los filósofos se preguntaban ¿qué clase de persona debería ser? Jean Paul Sartre decía que “la felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace”. El secreto está en el equilibrio emocional que aporta paz interior.
Ser feliz, es el resultado de una manera de vivir, de una forma de ser, desarrollar habilidades que nos capaciten y potencie la persona. Ni en el exceso ni en el defecto se puede encontrar la virtud de ser feliz. Debemos aprovechar las oportunidades con buena actitud para tener comportamientos y decisiones que guíen nuestra vida hacía la eudaimonia. Aristóteles, en su obra Nicómaco, ofrece un elenco de virtudes que debemos desarrollar y que nosotros compartimos con el lector para llegar a su promesa para el año nuevo. Son las siguientes:
- Fortaleza: es el resultado de encontrar el punto medio entre la imprudencia y la cobardía. Afrontar una situación tomando las precauciones necesarias y evitar riesgos innecesarios.
- Tolerancia: Aristóteles consideraba importante perdonar pero sin permitir que otros nos hagan daño deliberadamente. Resulta igual de negativo cualquier extremo: ser tolerantes o intolerantes en exceso.
- Apacibilidad: si tenemos esta cualidad, controlaremos nuestro temperamento y no nos enojaremos demasiado.
- Generosidad: ayudar a los demás sin olvidarnos de nosotros mismos.
- Modestia: no tener un ego desmesurado que nos creamos el ombligo del mundo ni dejar de valorar lo alcanzado. Reconozcamos nuestros errores y asumir las responsabilidades.
- Magnanimidad: no comportarnos con delirios de grandeza.
- Veracidad: No existe necesidad de tener falta de tacto cuando nos expresemos ante una verdad, evaluemos las palabras antes de hablar y decir solo lo necesario.
- Sociabilidad: Tener la capacidad de hacer amigos, pero no terminar siendo como ellos para mantenerlos porque esa necesidad hará que nuestro cerebro “quiera” ser ellos y perderemos nuestra esencia.
- Decoro: no ser desvergonzado ni cometer el error de ser excesivamente tímido. El respeto es la clave del decoro.
- Gracia: se trata de saber estar, saber comportarse siendo ocurrente, hacer que otros disfruten de nuestra compañía sin convertirnos en bufones .
- Justedad: tratar de ser justos con los demás. Ni actitud pasiva de desinterés ni ser egoísta. Tener el punto medio entre ambas actitudes.
Podemos equivocarnos pero también podemos rectificar.
Sentirnos bien en todo lo que hacemos. El respeto y equilibrio conforma la filosofía más influyente de la historia. Tengamos en cuenta las aportaciones de Aristóteles para ser feliz.
2 Comentarios
María del Mar
Muy buenas aportaciones, las de Aristóteles, verdaderamente hay que tenerlas en cuenta. Aunque pocos lo hacen, pero hay que intentarlo y hacerlo
Muy buen artículo, como siempre, y sabios consejos.
Zonabienestar
Muchas gracias Maria del Mar. Un abrazo fuerte.